Qué son los Virus Mentales o las Creencias Negativas
La sabiduría popular tiene muy claro que cuando alguien cree que puede hacer algo lo hace, mientras que si está convencido de lo contrario, ni con todo el esfuerzo del mundo conseguirá lograrlo.
Nuestra creencia sobre nosotros mismos, así como lo que es posible en el mundo, influyen con fuerza en nuestra eficacia cotidiana. Tenemos creencias que actúan como recursos, y otras que nos limitan.
Nuestras creencias pueden moldear, afectar e incluso determinar, nuestro grado de inteligencia, nuestra salud, nuestras relaciones, incluso nuestro nivel de felicidad o éxito en la vida.
Los virus mentales serían estas creencias o generalizaciones que se imponen con sus limitaciones, no permitiéndonos ser quienes realmente somos, ni expresar nuestros talentos.
Los virus mentales más comunes están relacionados a tres ámbitos básicos:
Desesperanza: Creencia de que el objetivo deseado no está a nuestro alcance, sean cuales sean nuestras capacidades.
Impotencia: Creencia de que el objetivo es alcanzable pero no somos capaces de lograrlo.
Ausencia de mérito: Creencia de que no merecemos el objetivo deseado a causa de algo que somos, o algo que hemos hecho o dejado de hacer.
Estas creencias se convierten en auténticos virus mentales, se introducen en nuestro software mental y anulan sus mejores funciones.
Para tener éxito, las personas necesitamos contrarrestar estos virus mentales, cambiando esta clase de creencias limitantes por otras que impliquen esperanza en el futuro, sensaciones de capacidad, de responsabilidad, sentido de valía y pertenencia.
Así, un virus mental es una creencia limitante que llega a convertirse en una creencia que se cumple a sí misma, interfiriendo en nuestros esfuerzos, y en nuestra capacidad de mejorar o de sanar.
Los virus mentales contienen suposiciones y presuposiciones no verbalizadas, lo que los hacen más difíciles de identificar y combatir. Frecuentemente, estas creencias, siendo las más influyentes en nuestra vivencia y estructuración de la realidad, están fuera del alcance de nuestra conciencia.
Por ello, estos virus suelen presentarse como obstáculos insalvables en los procesos de cambio y mejora. Son esos momentos en la terapia en los que la persona te dice, "lo he intentado todo, ya no me queda nada más que hacer, nada funciona".
Tratar con eficacia estos obstáculos es la parte más compleja del proceso terapéutico, porque implica sumergirse de algún modo en el inconsciente, identificar que tipo de creencia está en el núcleo de la situación, y tratarla de la manera adecuada para hacerla desaparecer y sustituirla por otra que nos apoye en lugar de limitarnos.
Transformar las creencias limitantes o inmunizarnos al virus
Conseguimos inmunizarnos a los virus mentales, cuando expandimos y enriquecemos nuestro modelo del mundo, y logramos percibir con mayor claridad nuestra identidad y nuestras misiones.
La función de estas creencias, en el fondo siempre ha sido positivo, crear limites que nos protejan, o dotarnos de alguna cualidad que en su momento parecía que podía ser de utilidad, a modo de mecanismo de defensa. Podremos ir desactivándolas, reconociendo estas intenciones profundas y actualizando nuestros mapas mentales para incluir otras formas más eficaces de obtener los mismos resultados.
Muchas creencias limitantes surgen como respuestas a un "como" que no sabemos responder. Cuando no sabemos, por ejemplo, como hacer un cambio, podemos desarrollar la creencia de "este comportamiento no se puede cambiar". Si no sabemos como realizar algo con éxito, podríamos desarrollar la creencia de "soy incapaz de hacer esto bien". Así, resultaría interesante explorar "los comos" para desmontar las creencias que nos impiden sentir que somos capaces y que todo es posible.
Por ultimo, comentar que las creencias se construyen con el feedback y el refuerzo procedente de otras personas significativas para nosotros. Nuestro sentido de identidad y propósito viene definido la mayoría de las veces por personas que nos sirven como puntos de referencia.
Debido a que la misión y la identidad forman un marco de referencia para nuestras creencias y valores, el cambio o establecimiento de relaciones personales significativas, puede convertirse en una fuerte influencia sobre nuestras creencias. Por lo tanto, clarificar o cambiar relaciones clave, suele facilitar de forma espontanea el cambio de creencias. Por lo que establecer relaciones nuevas, es a menudo parte importante en el logro de un cambio de creencias perdurable, sobre todo cuando estas personas nos aportan un soporte positivo en el nivel de la identidad. Dicho de otra manera, que podamos llegar a identificarnos con ellas y los valores positivos que ellas representan.
El clonaje
Resulta interesante la toma de conciencia de cuales son estos modelos, a quienes admiramos.
No va a ser lo mismo si nuestras personas clave son los místicos y los santos, Jesús, Felipe Neri, Teresa de Calcuta, Buda, Osho...
O si más bien nuestros referentes son Alejandro Magno, Julio Cesar, Napoleón Bonaparte...
O admiramos a Pasteur, Fleming, Ramón y Cajal, Madame Curie...
Para algunos sus referentes son Maradona, Pele y Cidanne...
Para otros Jastin Bieber, Leonardo di Caprio, Brad Pitt...
¿Qué podemos deducir de estas listas? Como podemos observar cada uno de estos grupos conforman núcleos consistentes y nos hablan de una serie de valores y no de otros. Puede que las personas que se identifiquen con el grupo de santos y místicos tengan altas miras a nivel ético, tengan una clara vocación de servicio y sean personas empáticas y humanitarias. Y que a la vez no les vaya muy bien económicamente, y lleven una vida humilde incluso precaria.
Y está claro que quienes tengan como modelo a los futbolistas o actores de moda, buscan la fama, el éxito y la riqueza económica, no sabemos si lo lograran o no, pero ya están a nivel inconsciente comprando papeletas para ello.
Explorar estos modelos resulta interesante, si los hacemos conscientes podemos decidir incorporar nuevos personajes a nuestra psique para que ella incorpore, reproduzca, y saque copias de los valores de estas personas y los actualice en nuestro presente. Para ello, por ejemplo, podemos leer la biografía de alguien que ha alcanzado altos logros en el ámbito que nos interese.
Recuerdo que cuando mi hijo era un adolescente de 16 o 17 años, empezó a interesarse por el mundo de la escalada, y curiosamente, él que no había leído un solo libro por motu propio en toda su vida, comenzó a leer biografías de escaladores míticos. Rápidamente su técnica empezó a mejorar, sus logros en está disciplina sobrepasaron con mucho su experiencia directa en roca, no perdió ninguna de las competiciones a las que se presentó...Su psique asimiló los valores de aquellos con los que a través de la lectura se fue identificando, y se convirtió en un experto, no porque estudiara como ellos escalaban, si no porque admiraba su forma de vida y los valores que ellos representaban.
Mientras más cercano sea el vinculo con estos modelos más van contribuir a la construcción de nuestra identidad y misión o propósito. Aunque siempre vamos a poder ir incluyendo en nuestro espacio mental nuevos modelos que nos amplíen horizontes.
Conclusiones
Resumiendo podemos decir que las mejores vacunas para los virus mentales son:
Identificar y reconocer la intención positiva que hay debajo de dicha creencia negativa, porque en realidad, todo, siempre, es por amor.
Identificar cualquier supuesto no expresado o inconsciente que esté sirviendo de base a la creencia limitante.
Buscar alternativas de respuesta positivas, al "como" no resuelto, que nos lleva a la creencia limitante.
Identificar y aclarar cuales son las relaciones personales clave, que dan forma al sentido de misión y propósito, como un marco de referencia más amplio para nuestro sistema de creencias.
Todos sabemos que la fe mueve montañas, eso por lo menos es lo que nos han dicho, y si nos lo hubiésemos creído de verdad, así sería. Las creencias, aquellas en las que ponemos nuestra confianza y atención, conforman y estructuran nuestra realidad. Crean un marco en el que todo lo que quede dentro de él, se va a manifestar en nuestra vida, por inverosímil que parezca. Para que así sea, bastará con que tengamos una fe del tamaño de un grano de mostaza.