Nuestras Creencias nos limitan
"Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a si mismo"
León Tolstói
Desde que Hermes Trimesgisto, el tres veces grande, enunciara en su obra El Kybalión, Las Siete Leyes del Universo, sabemos que vivimos en un Universo Mental, que todo es Mente.
Él enunciaba la primera de las leyes de la siguiente forma:
El Todo es Mente, y el Universo es una creación mental que existe en la Mente del Todo. Esta Ley responde al siguiente axioma: Todo es energía y la energía sigue al pensamiento.
Así, toda la realidad que vemos son productos mentales, ideas proyectadas en un espacio vacío o matriz, que se replican a sí mismas, copiando el patrón energético, el esquema o plantilla mental, y sacando copias a modo de fractales. Algo parecido a lo que hacen los virus para propagarse, que introduciendo su información en nuestras células empiezan a sacar copias de si mismos mediante este mecanismo básico.
Así, todo lo que vemos, toda la creación, solo es la descarga de unos archivos mentales llamados ideas. Los filósofos antiguos lo sabían, pero lo hemos olvidado. Algunos de estos programas o archivos son más complejo que otros, evidente-mente, pero todo viene de lo mismo, de la misma sustancia, del vacío, que es inmensa-mente receptivo a las ideas o energía mental. La matriz responde a nuestra energía mental creando y sosteniendo la realidad en la que vivimos. Siendo así desde los orígenes de los tiempos, el libro del Génesis lo expresa de la siguiente forma: " Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros."
El Dr. japones Masaru Emoto llevó a cabo una serie de experimentos con la intención de comprobar esto. Para ello sometió a las moléculas de agua a cierta variedad de información. Emoto ponía una etiqueta con una palabra escrita en tubos de ensayo o en vasos con agua, luego congelaba ese agua y posterior-mente la observaba al microscopio. Pudo darse cuenta de como el agua cristalizaba de diferentes maneras dependiendo de las palabras que hubiese escrito en la etiqueta. Él llamó agua viva, al agua que adquiría una estructura cristalina consistente, de gran belleza y sofisticación. Y agua muerta cuando el agua cristalizaba de forma amorfa.
Este experimento, entre otras cosas, mostró que la palabra es creadora, que las ideas crean realidades, no solo en el interior de nuestra mente, como estados mentales y emociones. Si no realidades observables bajo el ojo objetivo del microscopio electrónico.
En este ensayo el agua hace las veces de sustancia, de base, de matriz sobre la que proyectar un patrón energético concreto: las palabras escritas en la etiqueta. El Dr. Emoto pudo comprobar que palabras como Gracias y Amor conferían al agua estructuras cristalinas complejas y bellísimas, mientras que palabras como odio o Hitler hacían que el agua se viese como amorfa y sin estructura, es decir, mataban el agua.
Hasta aquí, para argumentar y sostener lo que ya sabía Hermes Trimegistro, el tres veces grande, que todo es mente, que vivimos en un universo mental que responde a nuestros pensamientos y a nuestro sistema de creencias.
A continuación, vamos a abordar esto, que nos puede parecer tan místico y esotérico, desde la perspectiva de la Programación Neuro Linguistica o PNL.
La PNL va a aportar la dimensión científica a lo que ya sabíamos desde antiguo.
¿Que son las creencias?
Las creencias son básicamente juicios y evaluaciones sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo que nos rodea., que se comportan como elementos estructurales de la misma. Ellas son generalizaciones firmemente asentadas acerca de la causalidad, el significado, los límites, nuestro mundo, nuestro comportamiento, nuestras capacidades y nuestra identidad. Afirmaciones como "El polen causa alergia", "Nunca tendré éxito porque aprendo despacio", "Todos los hombres son machistas", "Las mujeres son más emocionales que los hombres", representan diferentes tipos de creencias.
Las creencias funcionan a un nivel distinto que el comportamiento o la percepción, e influyen sobre nuestra experiencia e interpretación de la realidad, conectando esta experiencia con nuestro sistema de valores o criterios. Así, los valores son conectados a la experiencia por medio de las creencias. Las creencias relacionan los valores con el medio, con los comportamientos, con los pensamientos y las representaciones mentales. Así, las creencias definen la relación entre los valores, las causas y las consecuencias o efectos. Por lo tanto, una creencia liga un valor a determinada parte de nuestra experiencia: "es necesario trabajar dura-mente para lograr el éxito". Aquí vemos que el valor del éxito está ligado a la experiencia del trabajo duro.
Podemos deducir que el modo en que una nueva idea, una situación o una actividad, encaje con las creencias o sistemas de valores propios, determinará como serán recibidas: rechazandolas o incorporandolas.
Fisiología de la creencia
Neurológica-mente, las creencias están asociadas con el sistema límbico y el hipotálamo del cerebro medio. El sistema límbico ha sido relacionado con las emociones y con la memoria a largo plazo. Aunque el sistema límbico es una estructura más primitiva que el cortex cerebral, sirve para integrar la información que viene del cortex, así como para regular el sistema nervioso autónomo, que controla a su vez las funciones nerviosas básicas como ritmo cardíaco, dilatación de las pupilas...
Es debido a que las creencias son producidas por estructuras profundas del cerebro, que pueden provocar cambios en las funciones fisiológicas fundamentales del cuerpo, siendo responsables de muchas de nuestras respuestas inconscientes. Dicho de otra manera, no somos conscientes de que muchas de nuestras respuestas vitales, así como de nuestras respuestas ante la vida, no son debidas a la estructura de nuestro cuerpo físico. Si no a la estructura de nuestras creencias, que funcionan en la parte oscura de nuestra mente, a la cual no tenemos acceso habitual-mente.
De hecho, uno de los medios por los que sabemos que creemos real-mente en algo, es porque activa en nosotros respuestas fisiológicas: nuestro corazón late acelerado, se nos pone piel de gallina, se nos eriza el cabello...Las personas reaccionan distinto cuando creen en lo que dicen a cuando simplemente pronuncian las palabras vacías, mienten o son incongruentes. Por lo tanto, podemos reconocer la actividad de nuestras creencias más desde lo me sentimos que desde lo que pensamos.
Por otra parte, es esa íntima relación entre creencias y funciones psicológicas profundas, lo que hace posible que unas y otras influyan de manera tan poderosa en el campo de la salud y la sanación, como queda bien demostrado en el efecto placebo.
Las creencias tienden a tener un efecto auto-organizador sobre nuestro comportamiento, a la vez que auto-predictivo, a múltiples niveles, desviando la atención hacía determinada área en detrimento de las otras. Por ejemplo, una persona que de verdad crea que tiene una enfermedad incurable comenzará a organizar su vida y sus actos entorno a dicha creencia. Otra persona, en cambio, que crea firmemente que se curará de su enfermedad, tomará decisiones muy distintas. Y puesto que las expectativas generadas por nuestras creencias afectan a nuestra neurología más profunda, ambas producirían efectos fisiológicos espectaculares.
Así que las creencias ejercen una poderosa influencia en nuestra vida, a la vez que resultan casi imposibles de cambiar por medio del pensamiento racional.
Hay una anécdota del psicólogo Abraham Maslow, el de la pirámide, que ilustra este punto. Él estaba tratando a un paciente que se negaba a comer porque aseguraba que era un cadáver. Tras horas de razonamiento infructuoso, se le ocurrió hacerle la siguiente pregunta, ¿los cadáveres sangran?, a lo que el paciente contestó que por supuesto que no, porque todas las funciones corporales están paralizadas. Entonces, Maslow, le propuso hacer un experimento, le pincharía con una aguja para ver que pasaba. El paciente se mostró de acuerdo, al fin al cabo no era más que un cadáver. Así que Maslow le pinchó con una agua hipodérmica y la persona, por supuesto, empezó a sangrar. Cuándo nuestro protagonista vio la sangre manar de su brazo, se volvió hacia el terapeuta con una mirada llena de sorpresa y asombro, y exclamó: ¡¡¡¡Qué me aspen...los cadáveres SANGRAN!!!!
Como podemos apreciar en el ejemplo las creencias son altamente
resistentes al cambio, así como a la argumentación lógica.