
La salud desde un enfoque metafísico
Hoy día 7 de abril se celebra el Día Internacional de la Salud. Esta fecha fue elegida en conmemoración de la creación de la OMS en un día tal cómo hoy.
Siempre hemos sabido que la salud es lo que importa, aunque muchas veces sólo nos ocupamos de ella cuando la perdemos, dejándola muchas veces por el camino a cambio de conseguir dinero.
Dábamos por hecho que un cierto estado de salud estaba más o menos garantizada en lo que llamamos el primer mundo, pero tras un año sumergidos en la ilusión del Covid-19, parece que la seguridad, en nuestra inmunidad, como sociedad avanzada, ante las epidemias, se tambalea.
Estábamos acostumbrados a que estas cosas ya no pasaban en los países de nuestro entorno, las epidemias eran algo más propio de países con un nivel de desarrollo inferior al nuestro. Nadie se podía esperar que la vetusta Europa o la gran América del Norte, con toda su riqueza en conocimientos y recursos científicos, sucumbieran ante este reto en forma de virus, poniendo las salud de todos en riesgo.
Esto nos ha descolocado y nos ha roto todos los esquemas. Y en realidad este es el mayor beneficio y aprendizaje que nos puede traer cómo sociedad y a nivel personal el Covid-19. Sacarnos de nuestro centro, un centro mal configurado y dejarnos en el aire, empujándonos a reconocer nuestra vulnerabilidad cómo seres humanos en general, y la vulnerabilidad de nuestra salud en particular.
Sólo cuando toquemos fondo nos plantearemos qué es lo que hemos hecho mal y el cómo corregirlo.
Desde la metafísica, todos nuestros males, incluida la perdida de nuestra salud, derivan de la conciencia separativa y de la dualidad. Y creamos dualidad y separación al percibir la realidad de forma polarizada entre bueno y malo. Cada vez que establecemos un juicio sobre una situación creamos dualidad, una dualidad que no está presente hasta que no juzgamos la situación.
Y esto, a día de hoy, ya tiene una base científica que lo puede explicar, aunque espiritualmente se conocía desde hace mucho tiempo. La física cuántica explica mediante complejos experimentos cómo el observador modifica lo observado, cómo lo observado se mantiene en forma de onda, o sea, energía, hasta que mediante la observación provocamos que se precipite en forma de partícula, es decir, se convierta en materia ese potencial, y no otro. Porque todos los potenciales están ahí, y es la observación de uno de ellos en concreto, lo que hace que se materialice, este y no aquel, en lo que llamamos la realidad.
Por lo tanto, la realidad está configurada por todos aquellos potenciales expresados porque en algún momento hemos decidido poner sobre ellos nuestra atención. Bien sea de forma consciente o inconsciente. Y una forma de poner atención en una situación es a través del juicio. Cuando estamos juzgando, estamos comiendo del árbol del bien y del mal, es decir, estamos sacando de nuestra mente ese estado de perfección al que llamamos originalmente El Paraíso. Para volver a él, todo lo que tenemos que hacer es dejar de juzgar y reconocer que todo es perfecto tal cual es, aunque ahora no lo podamos ver, aunque ahora no lo entendamos, pero ya lo entenderemos cuando llegue el momento y estemos preparados para ello. Confiando en que esto es así, confiando en el proceso, conseguiremos ir saliendo de la dualidad y dejaremos de crear para nosotros y los demás todas esas variantes del guión que no queremos y que no nos gustan, para en su lugar expresar y vivir una realidad más acorde con la armonía y el bienestar propias de ese lugar, que en algún momento, expulsamos de nuestro estado mental, hace ya milenios. Pudiendo recobrarlo con sólo empezar a reconocer la perfección de todo lo que existe.
Y esto incluirá recobrar el estado de salud perfecto que nos pertenece por derecho de conciencia, y que por otro lado nunca hemos perdido. Porque al final, todos sabemos que esto sólo es un espejismo del que saldremos cuando decidamos con la suficiente fuerza hacerlo, una ilusión que terminará cuando dejemos de mirar hacia fuera y empecemos a buscar las respuestas en nuestro interior, en nuestro Ser Verdadero. En ese lugar profundo, secreto y sagrado es donde encontraremos la Verdad de Lo que Es, la eternidad de nuestra Alma y la Paz de nuestra Conciencia, que se expresaran en nuestra vida en las mil formas de la plenitud, incluida la Salud Verdadera, la Salud Perfecta.