El Silencio
He pasado unos días de vacaciones en un camping de la costa. La estancia ha sido muy agradable y tranquila, salvo que por las noches la tienda de campaña se convierte en un amplificador y se escuchan todos los sonidos de forma increíblemente exagerada.
Una de las noches, los vecinos de la tienda de al lado no paraban de hablar. Ya eran más de las doce de la noche y seguían hablando en un tono más que inapropiado para la hora y el lugar en el que estábamos.
A pesar de ello, pude quedarme dormida, pero sólo durante un par de horas, al cabo de las cuales me despertaron con su conversación y sus risas.
En ese momento yo ya empezaba a estar algo enfadada porque me parecía increíble su mala educación y su falta de respeto al silencio de la noche, ya que era a los únicos que se escuchaba en todo el camping.
Así que me incorporé en mi saco de dormir pensando en cómo solucionarlo. Ganas me daban de levantar la voz y llamarles la atención desde el interior de mi tienda, o salir a buscar al vigilante nocturno para que fuera él quién lo hiciera.
Pero en lugar de todo eso, me quedé en calma, sentada sobre el colchón hinchable, contemplando la Verdad de que lo único que existe es el Silencio. Afirmé que sólo el silencio es real. Aplique el tratamiento de la Terapia del Alma, que tantas veces me había funcionado con anterioridad para otros asuntos, a esta incómoda situación.
Empecé la contemplación pensando que tendría que armarme de paciencia hasta que pudiera ver los resultados, porque parecía un caso duro. Pero para mi sorpresa, se quedaron en calma en menos de dos minutos y aunque uno de ellos volvió a hablar al poco rato, los demás casi no le hicieron caso. En ese momento volví a repetir el tratamiento y el Silencio lo llenó todo, esta vez de forma definitiva.
No se volvió a romper hasta la hora en que decidimos levantarnos y salir de la tienda a disfrutar de un nuevo día.