Conexión
Te das cuenta que la magia existe cuando empiezas a poder percibir las sincronicidades que hay en todo como señales, como input de información que llegan a ti desde un emisor desconocido que no obstante te conoce muy bien y sabe lo que necesitas mejor que tú.
La vida comienza a tomar profundidad cuando al ver 11:11 en el reloj de tu móvil entiendes que estás conectada, cuando vas pillando todas las horas capicúas y deduces que algo estás haciendo bien, cuando estás pensando en alguien y en ese momento te habla por el WhtsApp...
La vida es un evento continuo lleno de realidades que se superponen, la de cada uno, conectadas a través de una red invisible que nos mantiene a todos en continuo flujo de información, en un dar y un recibir constante en el que somos nosotros mismos en todas las posiciones del juego, nosotros ocupando todas las casillas del tablero de ajedrez a la vez.
Porque esta vida nos ofrece multitud de experiencias, pero es la experiencia de conexión, de que todo está relacionándose todo el tiempo, la que más sorpresa nos produce, la que nos hace sentir la verdadera magia de la vida.
Cosas como encender la radio y escuchar siempre la misma canción, aquella que bailaste con tu amor de adolescencia, vuestra canción. Amor perdido que te encuentras al día siguiente cruzando despistada sobre un paso de cebra mientras te preguntas el significado de todo esto. Dándole vueltas en busca de sentido sin darte cuenta que el sentido es la vida misma, que la vida es así, que la vida tiene momentos de dolor con o sin sentido y a la vez momentos mágicos que puedes llenar o vaciar de sentido a criterio propio. Pero que el sentido se lo das tú y solo tú, que el sentido es vivirlo.
Una vez volvía a mi casa pasada las doce de la noche. Al pasar por delante de la parada del autobús del pueblo cercano pude observar a tres chavales adolescentes con unos mochilones inmensos en clara actitud de necesitar que alguien los recogiese. Acababan de llegar según parecía y por la hora que era habían perdido el último autobús por lo pelos. Se notaba que estaban decidiendo qué hacer y aún no se habían animado a levantar el pulgar con ese gesto internacionalmente reconocible que dice: necesito transporte gratis.
Me dieron un poco de pena, el sano juicio me decía que no metiera a tres tipos desconocidos en mi coche en medio de la noche, pero por otro lado las mochilas me indicaban que eran escaladores y por propia experiencia sabía que son buena gente, por lo menos los que yo conozco. Además, se daba la circunstancia, la coincidencia, de que mi hijo es escalador y rondaba la edad de los chavales, que suele hacer dedo y que siempre siempre le cogen. Todo eso sumó para que en decimas de segundo decidiera sacar mi coche de la carretera, echarme a un lado y parar para ver que necesitaban, con una frase en mi mente: voy a cogerlos porque a mi hijo siempre le cogen.
En cuanto me vieron parar, los tres se acercaron apresuradamente con sus petates, uno abrió la puerta del copiloto mientras otro hacía lo mismo con la de atrás.
En la oscuridad de la noche vi aparecer la cabeza de uno de ellos cómo para saludar, pero en lugar de eso la vi desaparecer con gran rapidez y sin haberle podido ver la cara.
Al momento le oigo decir con gran sorpresa: ¡Es mi madre!
Así que, por querer hacer un favor a unos chavales desconocidos, para compensar que la vida siempre cuida y sostiene a mi hijo, al final, a quien ayude fue a mi propio hijo y a sus amigos.
Le podemos buscar y rebuscar significado, pero la verdad es que la vida es así. Así de mágica, de maravillosas y de sorprendente...todo está conectado, nada es casual, mientras más sepamos apreciar esa conexión que lo puebla todo de sentido por si sola, más conexiones se despertaran.
Cuando mi hijo entró en mi coche le dije: te he cogido porque siempre te cogen. A lo que él me contestó: es verdad, incluso mi madre me coge aunque no me reconozca.
Y es que yo podría haber estado recogiendo al hijo de otra persona en agradecimiento por las veces que otras madres recogen al mío, pero no se si ve el bucle, la paradoja, esa madre y ese hijo al que yo estaba ayudando de forma completamente desinteresada, resultamos ser nosotros mismos. Y es que así es siempre aunque no de forma tan clara. Todos estamos tan estrechamente conectados que todo lo que haces al otro te lo haces a ti mismo, sea bueno o malo. Desde este día lo tengo bien claro.